Pendo de ti. Mis pies cuelgan por encima del suelo y me balanceo mirando hacia arriba. Me dejo sostener y me abrazas entera, me abrazas con esos ojos que esperan pacientes a que yo deje de retorcerme en el aire queriendo evitar, buscando escapar de esta dependencia, que tanto necesito.
Te siento tan cerca, puedo descansar, así sintiendo tu olor y nada de esto es sucio. Pasan los minutos y se hacen más breves de lo que son para mi y me marcho de allí. Se acaba el tiempo. Me quedo con hambre, un hambre de esa paz, esa seguridad en la que con tiempo hubiese podido bajar hasta las heridas aún abiertas de mi infancia y darles este bálsamo.
Este hambre que me trae de nuevo a ti. Aquí estoy mirando al suelo, a las paredes, al espacio, al sol, a los demás, menos a ti. Me asusta sentir que si encuentro esa mirada, volveré a colgarme de ti y después se acabará te tendrás que ir, me tendré que ir.
Sueño cosas bellas de noche y apareces tú en mi inconsciente, donde nada se esconde.
Acepto a ratos que dependo de ti, como lo haría una niña herida. Acepto a ratos que necesito todo esto de ti, que necesito esa seguridad, ese olor, esa paz, ese vínculo tan limpio.
En esta dependencia tus palabras cobran sentido: “Para mi tu vulnerabilidad es un tesoro” y yo siento luz y belleza y lo pruebo en la punta de los labios , en las yemas de mis dedos y por un instante se que estar así es bueno.

En seguida golpea el miedo y la vergüenza bajo el disfraz del enfado y me revuelvo y me alejo: NO QUIERO DEPENDER, NO QUIERO QUEDARME AHÍ PARA SIEMPRE.
Es que ahí en esa calma, en esa paz, con tu olor, el tiempo se detiene y viajo hacia atrás y hacia delante y sobre todo siento mis heridas en el presente pero contigo así, mis heridas no duelen. Es más mis heridas cicatrizan.
Y me pruebo cada día que no te veo que me valgo por mi misma casi siempre y cuando no es así puedo volver a donde estás tú.
Todo es muy reciente, estoy entremedias del tiempo real y del tiempo en mi interior. Las horas marcan ritmos distintos. Sigo sincronizándome y sé que estás conmigo.
De Paciente a Terapeuta.
La dependencia emocional tiene un tinte negativo y estigmatizado, muchos terapeutas y pacientes lo tenemos en nuestra lista negra de cosas a evitar, que jamás sucedan. Sin embargo esta actitud ante la dependencia emocional nos limita, ya que para aprender a ser INTERDEPENDIENTES hay que aprender a bailar entre la dependencia e independencia. Cuando nos permitimos depender emocionalmente, nos permitimos acceder a necesidades insatisfechas y legítimas de nuestra infancia a las cuales podremos darles voz y ver si se pueden satisfacer en el presente o si hemos aceptar esa renuncia a que se satisfagan. Ser conscientes de nuestras necesidades nos lleva directos al camino de la interdependencia.

- No es fácil permitirse depender de otra persona, sobre todo cuando en el pasado nos han hecho daño cuando nos hemos apoyado en alguien. Nos es fácil cuando nuestro aprendizaje es el de ser fuerte y no pedir ayuda.
- Para poder depender puntualmente de otra persona (familiar, pareja, amigo, terapeuta) es necesario confiar y sentirse seguro.
Por estas razones y probablemente muchas otras a las que mi conciencia no está arrojando luz en este momento preciso, la dependencia emocional es un asunto delicado.
Por ello os invito a reflexionar sobre vosotros mismos:
¿ Te permites depender de los demás cuando no puedas tú solo con todo?
¿Te atreves a pedir ayuda?
¿ En que momentos de tu día a día dependes de los demás?
L.G-A.V.