Ayer olía yo a roca de mar, salada, húmeda en proceso de secarse. Olía a la espuma que se deshace contra las aristas que años y años después serán dulces y suaves.
Ayer mi melena enredada se secaba a trozos enmarañando mi aspecto. Ayer me deslizaba en el agua y miraba intensamente las luces del sol en el fondo del mar, las algas y el arena, estuve sobrevolando el paisaje marino; los peces durante casi 2 horas.
Hay que aprovechar, dentro de 40 años lo más probable es que solo haya plástico. Nuestros amados paisajes estarán recubiertos y embutidos de botellas, papel film, vasos y pajitas entre otras muchísimas cosas.
Estoy sumida en las palabras bellas que flotan a mi alrededor y que sin darme cuenta salen de mi boca, que placer inesperado es utilizar una palabra bella sin haber meditado previamente como colocarla. Esta es parte de la belleza de la que más disfruto, el mar me inspira siempre.
Unir mi preocupación por el mundo con mi afición a la escritura no es tarea fácil porque tengo que utilizar una de las herramientas más bonitas que conozco como es el lenguaje, para describir algo brutalmente feo y encima generado exclusivamente por la humanidad, en la cual creo y a la cual me dedico dado que yo soy terapeuta.
Quisiera escribir que lloro por mi planeta, pero no lo hago todavía, a veces me sucede, con las cosas que están en mayor medida fuera de mi alcance, que lloró con los demás, cuando ya es demasiado tarde.
Los humanos en masa, funcionamos así. Por eso digo que dentro de 40 años el mar será plástico, porque ahora cuando podemos frenarlo, hacemos muy poco o casi nada por el mundo. Igual que en medicina, hasta que no tienes fiebre no te dan antibiótico. La prevención es algo que infravaloramos.
Considero que el no hacer nada por el mundo del que somos parte y que nos sustenta es muy parecido al proceso psicológico que ponemos en marcha internamente para no sentir el dolor profundo que nos causan las dificultades de la vida. Hablo de la negación. Por esta razón como psicoterapeuta alzo la voz por nuestro planeta y grito:
Estamos negando la mayor enfermedad de todas, la de destruir incesantemente y cada a una velocidad cada vez más alta lo que nos nutre, lo que nos mantiene con vida. Lo considero una conducta autodestructiva como tantas otras: autolesiones, alcoholismo, drogodependencia, relacionarse tóxicamente etc. Ensuciar y arrasar con nuestro planeta es altamente destructivo para nosotros como especie y para otras muchas que vamos aniquilando, como las tortugas marinas, por ejemplo. Cuando nos extingamos el planeta se regenerará entre 50 y 100 años, luego el problema del planeta somos nosotros.
Activistas, ONGs, manifestaciones, iniciativas que acaban muchas veces tiradas en los mismos vertederos y desembocadas en el mar junto a toda la basura porque los gobiernos y todos nosotros de una manera u otra estamos negando, algo evidente.
Pienso en los hijos de mis amigos que acaban de nacer y soy consciente de que cuando celebren su 50 cumpleaños no verán el mar como lo veo yo hoy, como lo he visto yo hace 15 años. Esto me entristece.
Como psicoterapeuta, cuando estoy en sesión y uno de mis pacientes muestra un estado de negación ante algo evidente, respeto su ritmo para que tome consciencia de ello cuando esté preparado. Claro que, cuando se trata de una conducta que es autodestructiva, confronto su negación porque para mi el bienestar de mis pacientes siempre es mi objetivo. Pues aquí estoy, utilizando mi herramienta más bonita (la escritura) para contribuir en una terapia colectiva y confrontarnos a todos nosotros con esta conducta altamente autodestructiva que está siendo la presencia y el consumo de plástico para nuestra paneta tierra.
Paremos el consumo de plástico, limpiemos el océano y el mundo y dejemos de negar el dolor de la tierra intoxicada.
L.G-A.V.